El recuerdo que se volvió memoria, no sé si convocarlo bajo la bandera de la nostalgia.
En mis primeros años, allá en la esquina de Eusebio Píriz y Treinta y Tres, a una cuadra de la cancha del Juvenil, ver pasar el desfile de gentes los fines de semana.
Eran los hinchas que, entre el barullo de las conversaciones y el aroma de las tanjerinas, se colaban por mis ojos y oídos, como una sinfonía imposible hoy de volver a escuchar.
Y más tarde en la tarde los gritos de gol y las silbatinas, y luego el mismo desfile que pasaba en sentido contrario frente a la puerta de mi casa.
Habría que esperar una semana para que los vendedores de fruta llegaran primero a anunciar otra tarde de futbol en el barrio.