Los dos vocablos se parecen, pero tienen significados diferentes, pero este escriba ha tenido la ocurrencia de mezclarlos y así entreverar algunas situaciones.
“Cree el vivo en hacer lo que quiere y desprecia que puede terminar a la sombra”.
O bien puede hacer lo que le venga en gana, siempre y cuando esté a la sombra de algún otro que cree tan vivo como se cree él.
No me digan que esto no pasa acá en la aldea de Morondanga, hay ejemplos de acomodos varios, como para elegir.
Y en eso de hacer, a veces algo está de más, son sobras y alguno puede verse tentado a meter manos a las sobras, y así se va armando un entramado que linda con lo ilícito. Pero quién dice que está mal o que no corresponde, o mirá si ensuciarse con tan poco.
No crean, los que se endulzan después no tienen ni idea de cómo sabe el azúcar.
Todo va bien hasta que lo que sobra cambia de nombre y le llaman superávit, que quiere decir que hay mucho ingresado y poco gastado.
Sobras que le dicen, y por qué si de tanta inclusión e igualdades se habla, no son tan buenos y nos las reparten esas sobras antes que dejarlas dormir en las arcas de la casa grande?
Y de tantas sobras, otras cosas faltan también, en este mundo del revés, como escribiera María Elena Walsh.
Los que les sobra a unos pocos, que en definitiva son los que la tienen toda, es lo que les (nos) falta al resto, el común de la gente.
Entonces a la sombra de los que todo tienen sobreviven los que con poco o nada sobreviven, sombra bajo la cual no quisiéramos seguir, prefiriendo sí cualquier intemperie.
Es raro, pero como que pasamos nuestra existencia a la sombra de las sobras y al mismo tiempo una rara paradoja se cumple pues de todo eso que sobra nada, pero muy poco nos toca.
Para qué les voy a traer el recuerdo de algunas situaciones, pero que las hay, las hay y de sobra.
El autor del tango nos dice que entre el hombre y el amor por la fulana aquella, solo quedaban “sombras, nada más”, y aclara literariamente, “¡Sombras, nada más, entre tu vida y mi vida… Sombras, nada más, entre mi amor y tu amor!”
Pero antes dice que esas mismas sombras acariciaban sus manos y estaban hasta en el temblor de su voz, la pucha que son bien jodidas algunas letras de tango.
Ahí sobraba tristeza y desazón, ¡que lo parió!
Pero lo que sobra en este mundo es más que toda esa literatura, a veces un tanto lacrimógena, sobra ignorancia frente al dolor de los demás.
Punto (.) y final.