Terraplén de chilcas y espinas, cima de hierro y piedra,
fue el parque de nuestras corridas juveniles.
Entre subidas y bajadas, fuimos creciendo precoces,
en vientos y soles maduradas.
El tala nos dio sus frutos y con néctar nos embriagó,
la flor de madreselva.
Y en conciertos de ranas y grillos, nos endulzó la boca
el banco machín.
En danza de barro y escarcha, nos curtió el invierno
con azotes de frio lluvia.
En las noches blancas del verano, tuvimos para
nuestros desvelos, cuna de trébol con manto
de estrellas y luna.
Teñido de aurora nos despertaba el gallo
anunciando un nuevo día.
En coplas de aves, fuimos amantes de cada nuevo
Amanecer, y en seños e inocencia escudados,
libramos duras batallas cotidianas,
por el pan y algo más.