¿QUIÉNES SOMOS?

Relatos 3 y 4.

por | 14 May, 2025

Una historia repetida

Se tomaron de la mano y se fueron a caminar por la playa.

Era una noche clara, de luna llena. El cielo se mostraba radiante, con miles de estrellas que, junto a la luna, iluminaban la arena húmeda.

Sin decir una palabra, sus pasos se encaminaron hacia el enorme árbol, que fue testigo de su primer beso. 

Allí se detuvieron y buscaron el corazón que en aquel entonces grabaron. Allí estaba. Resaltaba entre cientos de corazones que los amantes grababan, con la esperanza de que el amor que los unía fuera para siempre.

También ellos tuvieron esa esperanza.

Él la recostó al conocido tronco y comenzó a besarla. Eran muy dulces sus besos, llenos de ternura. Ella se abandonó en sus brazos. 

Al fin y al cabo… se amaban.

Mas de pronto, las manos del hombre dejaron de acariciar. Se tornaron violentas. También su mirada cambió. El amor dio un paso al costado y el odio y la rabia se apoderaron de su mirada.

Y la mirada de ella, que hasta ese momento irradiaba confianza y amor, ahora mostraba miedo… mucho miedo. 

La historia se repetía día tras día, pero ella aún tenía esperanzas. Quería creer que él la amaba como aquel día en que por primera vez la besó,  junto al árbol que hoy visitaban. 

Ya no veía la luna ni las estrellas. La noche se le volvió negra y el aire, hasta entonces tan diáfano, ahora era pesado, viscoso, difícil de respirar…

Y de pronto… la nada…

Él se dio media vuelta, puso sus manos en los bolsillos del pantalón y se alejó silbando de aquel lugar. 

La noche era clara, con una hermosa luna llena y el cielo salpicado de pequeños diamantes.

Hace pocos días

Hace pocos días entró el otoño en nuestro hemisferio sur. 

¡Qué hermosa estación!

Si bien todas las estaciones tienen su encanto, el otoño tiene esa particular belleza cuando pincela el paisaje en tonos ocres, amarillos, rojizos. 

Además nos muestra la fortaleza de esos árboles que se van quedando desnudos a medida que sus hojas van desprendiéndose de quien les dio vida durante el ciclo correspondiente.

¡La naturaleza es sabia!

Cada día nos demuestra lo importante que es dar un paso al costado, sin traumas, sin dramas, para que la savia nueva florezca con frescura.

¡Cómo nos cuesta a los seres humanos dar ese paso al costado!

¡Y eso que sabemos que nuestra esencia permanecerá por siempre!

Al igual que esas hojas que se desprenden de su árbol, las mismas que alfombran el paisaje de bellos colores antes de convertirse en abono fértil, nosotros también somos el fertilizante necesario para seguir dando vida a las generaciones que nos siguen.

Si no fuera así, ¿cómo explicar ese amor que nuestros niños y jóvenes sienten por sus antepasados que no llegaron a conocer?

¿Cómo entender que en los más pequeños aparezcan los gestos que caracterizaron a sus abuelos y bisabuelos?

La llegada de este otoño me hizo confirmar que todo es posible porque nada se pierde, solo se transforma…

El otoño llega siempre y es la época donde toda la naturaleza, incluidos nosotros, se desprende de lo innecesario, se fortalece y se prepara para florecer en los brotes nuevos.

Nosotros nos volvemos más selectivos y disfrutamos de las cosas simples, cada uno a su manera, regando a nuestros retoños con amor y con la savia de nuestras experiencias, de nuestros tropiezos, de nuestros logros, tratando de inculcarles valores y guiándoles para que encuentren las herramientas para ser felices.

La vida no es corta. ¡La vida es eterna!

Y cada uno de nosotros somos savia que genera vida…