¿QUIÉNES SOMOS?

La Osa

por | 2 Oct, 2024

La osa, aun vieja, es poderosa. ¿Pero el horizonte? Mil veces más que un zarpazo, que un rugido, que una laceración. Las peligrosas fauces abiertas son las del amanecer.

Los grados de libertad que se pretenden dar a los animales son en realidad libertades que hemos entendido mejor y vamos aplicando. Son libertades que profundizan nuestro avance y respeto a la vida, aunque aún falte. Son créditos que nos damos a nosotros mismos.

Desde ese día, por momentos me veo parado sobre su costado mirando extasiado los ojos achicados y lejanos. A veces me veo detrás mirando el cuello formidable y envejecido. Jamás, ni en pensamiento, me pienso delante de ella y no es un tema de cobardía sino de ubicuidad. No osaría interponerme ente lo conquistado y la esperanza.

Mi amiga María, la bióloga, ha pretendido decirlo al pasar pero sabe que ha dejado en mí una huella profunda como lo harían las garras afiladas que ahora, después de una vida, recién pueden pisar el pasto. Ojalá que la osa viva muchos años para que nuestra conciencia bárbara tenga un ayuda memorias permanente: “este es uno de los animales al que le hicimos aquello”. ¡Cuánto desbarajuste ha producido el enfoque victoriano, cuanta macana esa compadrada de ser el “rey de la selva”! ¿El nombre que nos hemos puesto es una constatación o una aspiración? ¿Será Homo sapiens otra compadrada más? No critico la vieja escuela de mostrar animales encerrados. Recordemos incluso a Vaimaca y familia. Asumo que he sido parte de ese error. Lo digo sí con el deseo de superarnos como colectivo. Y de salvarnos pues no es la osa la que está en peligro.

Algunos sostienen que ya no podría, con tanto entrenamiento de invalidez, vivir por si en la naturaleza. ¿Estamos pensando en ella o en nosotros? ¿O será que no queremos cargar con otro “muerto”? Estamos diciendo que preferimos que viva cuidada… por sus captores. ¿Eso?

Los carnívoros no son carnívoros por que coman carne, sino porque la buscan, la calculan, la estudian, la interpretan, la persiguen, la emboscan, la interceptan, la muerden y la cortan, muerta o viva, capturada o robada, predadores o carroñeros… y la comen.  A la osa, le quitamos todos esos roles… la estudiamos, la interceptamos, la emboscamos. Y la carne muerta llegó a su jaula, oreada, fue tirada al suelo y sin esfuerzo fue comida. La osa hacía mucho tiempo que se había quedado sin osa. Es más, nació sin osa desde una noche embarazosa “en que las paredes de cemento sustituyeron las cálidas paredes del útero materno”. 

¿Y si pensáramos que en muchos aspectos nosotros, humanos, podríamos estar “comiendo carne oreada”? ¿Y si no tuviéramos conciencia de que podríamos haber hecho otras cosas que nunca supimos que podríamos hacer? ¿Y si fuésemos objetos victorianos de observación de ignorantes de un orden superior? ¿Y si no hemos visto aún algo llamado horizonte?Ayer, por boca de María, me enteré, que como parte de las reformas del Bioparque, cuando le bajaron el muro con que se había criado que representaba todo su mundo, que era lo mismo que “el” mundo, la osa se pasó tres días sentada mirando el horizonte que nunca había visto. Créanme que escribo esto y se me empañan los ojos. No sé si de bronca, amargura o es que la cuota de estupidez interna que llevo legado de mi especie no tiene otro modo de escape. ¡Cuánto dolor! Nosotros los Homo sapiens, ¡joderse! ¿Será la osa mensajera de un necesario respeto verdadero?