¿QUIÉNES SOMOS?

Junio… mes de Artigas

por | 18 Jun, 2025

Decía Fito Páez:                                                                                                                                               

“Hay recuerdos que no voy a borrar

Siempre me gustó motivar a mis alumnos usando un cuento, una crónica, un poema.                          Era fácil para mí, ávida lectora, despertar su interés a través de las letras.

Pero siempre me era especialmente placentero comenzar a trabajar sobre el más GRANDE entre los GRANDES, es decir ARTIGAS, usando el libro “Orientalitos” de Gonzalo Abella.

Así, comenzaba a leerles todos los días, un rato antes de la salida, las historias de “Pepe”, un niño, igual que ellos, pero que había vivido en otra época.

Ellos escuchaban, atentos, sensibles, cómo ese niño iba a un colegio, hacía travesuras, jugaba con los esclavos de su casa, gustaba ir en vacaciones al campo y conoció a los indios.

¡En esa época había indios!……  Pepe iba a las tolderías charrúas donde su abuelo era querido y respetado. Aprendió sus costumbres, su lengua, sus juegos, porque los niños indios eran como él, sanos y vivaces. Les gustaba correr, nadar, trepar a los árboles. Pepe era feliz con ellos.

Día a día la historia avanzaba, atrapándolos.  Yo iba de a poco, para no aburrirlos.                             Ellos sin querer se iban introduciendo en ese mundo de Montevideo en la época de la colonia: una ciudad bien diferente a las de ahora, sin luz eléctrica, sin agua potable, sin supermercados.  Con calles de tierra donde transitaban carros, carretas, caballos.

Ciudad donde a diario los vendedores ambulantes pregonaban sus mercaderías que eran compradas por los “señores”.

A través del personaje de la tía Martina (esclava de la casa de los Artigas) mis alumnos se sensibilizaron por la injusticia de la esclavitud. Se emocionaron hasta las lágrimas con la separación de los niños de sus padres, a los que nunca más volverían a ver y se horrorizaron al saber que los cazaban como a animales, que los traían hacinados en las bodegas de los barcos y que muchas veces los tiraban al mar. Que los castigaban hasta hacerlos sangrar, que eran ofrecidos como mercadería en la plaza pública. 

Yo sentía con ellos, reíamos juntos por las travesuras de Pepe y también compartíamos con él  la pena por la injusticia, por la crueldad, por lo que los seres humanos somos capaces de hacerle a otros.

La historia avanzaba y cuando ellos estaban más consustanciados con Pepe, con sus alegrías, sus tristezas, sus afectos, recién ahí les decía su nombre: JOSÉ ARTIGAS.  Sus caras asombradas, sus exclamaciones de sorpresa eran mi máxima gratificación.  Eso quedará siempre grabado en mí, porque sentía que lograba transmitirles mi enorme admiración por el héroe y así dejaba abierta su curiosidad para que ellos continuaran investigando. Porque era realmente una emoción para ellos descubrir al héroe en esas facetas. 

Después de eso estaba el camino allanado para que continuaran su aprendizaje y pudieran comprender su ideario.