La familia de Chavela y Gloria, así se hacían llamar las adoradas mamás de Jacinta, Peperina y Lola, se fueron a pasar el fin de semana a la vieja casa de los abuelos que habían heredado hace unos años. La casa era grande y misteriosa y ya casi que sus paredes laterales, del lado del sauce, estaban cubiertas de enredaderas florecidas cubriendo parte de los ventanales que daban a la parte de atrás.
Cada que llegaban, salían en maratón corriendo al sótano, siempre les causó curiosidad, pero ahora que hacía varios veranos que no lo visitaban se había cubierto de polvo, como si escondiera secretos en cada rincón.
Lola, que era la más inquieta de las niñas, a la hora de la siesta se le antojó curiosear y bajó casi que en puntitas de pie a ver un poco más que el día que le dieron una ojeada.
Para su sorpresa, abajo de unas telas viejas, sucias, encontró una especie de caja, símil madera con unas inscripciones rarisimas, extrañas. Obviamente no iba a quedar con aquello entre las manos sin abrir, pero para eso volvió a subir y buscó a Peperina, era su fiel confidente y sabía que en ella podía confiara plenamente que fuera lo que fuera, jamas iba a decir ni una sola palabra. Peperina, entre dientes rezongaba:
-¡Siempre igual vos! En que lio nos vamos a meter ahora…
Pero mientras hablaba entre dientes, avanzaba bajando aquellas escaleras que también se notaba el paso de los años. Corriendo telas de araña y esquivando bichitos entre ellas fue vislumbrando la caja entre las telas rococo de herencias de la abuela.
Lola es mas miedosa pero mas resolutiva entonces sin esperar mucho abrió la caja!
PIMBA!!
Había un relicario, entre brillante y tornasolado, se imaginan la cara de ellas!!!
Obviamente que Peperina, astuta e impactada lo tomó entre sus manos y se miraron congojadas las dos.
-Pero que es esto!!??
Asombrada Lola! A la vez que se sumió en un destello brillante aquella caja, ellas y la casa por completo!
Como si un agujero brillante las hubiera chupado. A todas!
Cuando abrieron los ojos, estaban en un lugar muy distinto.
Todo flotaba y brillaba, era como un tesoro de brillos y allá a lo lejos pudieron escuchar un voz tenue y suave:
“Este tesoro no es solo de brillos, es un tesoro de portal a otra dimensión pero si lo compartes con alguien perderás este mundo por siempre”.
La luz las rodeo y las volvió a llevar a la casa, al sótano, exactamente al mismo sitio que antes. Como si nada hubiera pasado.
Desde aquel día la casa fue más que la casa de sus abuelos, fue la casa mágica, fue la casa que cada vez que volvían iban corriendo al sótano para seguir explorando cada vez un poco más.
Aunque la luz y la dimensión mágica seguían allí, aprendieron que algunas maravillas estaban hechas para ser atesoradas en el corazón para siempre.
La magia si existe!!
Exclamó Jacinta al despertar…