(fragmento del cuento de Mario Arregui)
“…Una tarde (una tarde como tantas en que volvía del monte cargada de hierbas y leña) la negra Asunción encontró, tiritando y gimiendo en medio del sendero, un gatito de pocos días — un miserable gatito barcino que su madre, una gata mansa y sarnosa, había perdido o abandonado a la hora de la siesta. La negra dejó caer su carga y se acuclilló y lo miró largamente, con una atención sostenida y sumisa en sus vastos ojos, y luego lo recogió y continuó su camino. Algunos que la vieron no dejaron de asombrarse, porque ella siempre había vivido como si los animales no existieran en el mundo.
Desde esa tarde, la crianza de aquel gatito fue la extraña misión que canalizó su vivir. Con él en los brazos, partía en las noches hacia los campos; grandes vacas chúcaras, húmedas de rocío, la veían acercarse; ella les hablaba y las vacas mugían temerosas pero no huían; la negra las ordeñaba y la leche caía en el pasto y el gatito bebía. Llegaba Asunción, en las madrugadas, al matadero; con voz queda, pedía sangre; los carneadores la dejaban hacer; acercaba un jarro de barro al degolladero de las bestias, derramaba la sangre humeante en el suelo y el gatito bebía y a veces se revolcaba en ella. En el campo y el monte, la negra cazaba víboras, mulitas, ratones. . . cavaba las cuevas de las lechuzas, trepaba a los árboles por los pichones de los pájaros. . .
El gatito creció y fue un gato como todos, sólo quizás algo más grande y gordo, algo más feroz en el mirar… Asunción persistía en alimentarlo con gran cuidado y de un modo progresivamente raro. Si bien ya no saqueaba en las noches las grandes vacas chúcaras, reaparecía muy a menudo por el matadero; ahora no sólo pedía sangre sino que además esperaba que las reses fueran abiertas, para extraer un trozo de carne, el corazón, una víscera secreta, una entraña que escondía a los ojos de los carneadores… El gato siguió creciendo: creciendo y deformándose, como si pugnara en él una monstruosidad. Su pelo, poco a poco, fue atigrándose; todo él parecía a veces un tigre enano y deforme…”
Con fecha primero de enero del año 1967 salía de la imprenta ERF de Durazno, – que en ese entonces estaba ubicada contigua al Cine “Artigas” y pegada a la Librería “El Progreso”, por 18 de Julio entre Oribe y Zorrilla – una obra singular, un libro impreso a partir de planchas de madera dibujadas y luego grabadas por Claudio Silveira Silva. El libro llevaba como título “El gato”. En el trabajo de impresión participaron y colaboraron funcionarios de la imprenta como Recoba y Fernández, estando además la edición al cuidado de Juan José Reyes, el “Negro” también artista plástico.
El texto, un cuento del escritor trinitario Mario Arregui, transmitía una historia entre real y fantasiosa notablemente traducida por los grabados de Claudio. Todo el texto estaba también grabado junto con las ilustraciones.
La obra tan rara y singular se acercaba a un incunable. Hoy día es muy difícil dar con un ejemplar de dicho libro ya que se imprimieron cerca de un centenar de copias, pero invito al lector a buscar el citado cuento de Arregui y disfrutarlo.
