Que cosa que cualquier recuerdo que tenga a la vista surte efecto y me hace casi que revivir la escena…
Resulta ser que cuando andaba por Cusco, una mañana que salí calle abajo, como potro desbocado que relincha en el corral y encuentra la portera, me di de frente con aquel Mercado espeluznante, ¡seductor por donde lo mirase! La primer conquista fue ese aroma particular que no sabría cómo ponerle en palabras pero está entre el de la yuyería y el café, mezclado con hojas de coca y frituras.
Eran apenas las nueve y ya había pedidos de pollo frito o ceviche, con sus tazones de api o jugos frutales. Una locura pensarse almorzando a esas horas, pero allí están en pie desde la madrugada… como si nos durmiesen.
Mucho ruido de tachos en las diversas cocinas con los aromas que se imaginen con diferentes menús que van saliendo como botón de chaleco, un plato tras de otro. Cholas que te salen al cruce para ofrecerte variedades de velas, insumos para cada pedido, hierbas, muñecas, carteras, mochilas, delantales, ropa, ponchos, chicos, medianos, grandes y en un sector más alejado, contra un lado las carnes al aire, cuy, pollos, llamas, semillas, frutas, verduras, flores…todo eso, en un solo lugar donde es el punto de encuentro de muchos errantes del mundo.
¡Fua! Todo eso cada vez que miro el mantel de mi suegra….
Este fin de semana fui a la casa de mi abuela y con mucho amor ella tiene su mantel en la mesa del comedor. Con una sutil combinación ahora con unos almohadones que compró hace poco, bordó con hilos plateados.
Después de todo, hasta que llegué a Durazno y saqué los manteles de la bolsa estaba creída que había ganado la pulseada, eso me pasa por regatear… ¡mira con quiénes!
El mantel de la abuela, de mi suegra y de mamá los elegí yo, y era un promoción de tres a un costo de cincuenta soles cada uno, pero yo también quería, entonces le pedí bajar el precio para llevarme cuatro.
-Mamita te dejo los cuatro por el mismo precio de los tres.
Calculé rápidamente la equivalencia a pesos uruguayos y los dividí entre cuatro y me quedaban a algo más de trescientos cincuenta pesos, los toqué de nuevo con la yema de todos mis dedos, se sentían muy aguayos, no sólo de verlos, el detalle de su textura como toda una obra de arte…
A lo cual accedí, y me los colocó en una bolsa.
Del otro lado de la mesa con kilos y kilos de telas con diseños hermosísimos, me distraje buscando la tarjeta para hacer el débito que apriori había consultado este método de pago y ante tan poca demanda no se podía perder la oportunidad.
Esa noche me di el último recorrido por su escueta peatonal, con aires parisienses en algunos puntos clásicos como sus puentes de los candados, con mas que alguna otra promesa de amor eterno sellando ese momento romántico bajo las montañas… y yo toda enamorada de la vida, me iba despidiendo de la noche de Aguas Calientes, con las bolsas que cargaba, sin saber que el cuarto mantel el cual iba a ser destinado para la mesa de casa, no tenía que ver con los que me habían ofrecido.
¡Que decepción! ¡Me rompieron el corazón!